¿Sabes hacer malabares? Yo no. Lo he intentado muchas veces, pero no se me da bien. Hay algo al introducir la tercera pelota en la ecuación que hace que mi cerebro se bloquee. Y estoy convencido de que esa incapacidad es lo que produce esa gotita de sudor que aparece en mi frente en cuanto empiezo a jugar a Moss.
Dejad que me explique. Con L2 estoy reteniendo a un bicho que me ha detectado. Este insecto mecánico es un habitante de la mina en la que me encuentro, solo otro miembro de un ejército reptante, que no para de crecer y que explota al detectar a un intruso. Ese intruso no soy yo, sino mi compañera roedora, Quill. Ha entrado en esta sala-puzle, llena de caídas letales, palancas ocultas y varios caminos, a petición mía. Solo es una de muchas en este laberinto subterráneo que estamos explorando.
Su posible atacante está terriblemente hinchado, listo para estallar. Pero no podrá hacerlo, a menos que yo lo libere. Es uno de mis poderes como Lector: un imponente espíritu benevolente y terrenal al que Quill despierta al principio de la aventura. Veo sus aventuras desde lo alto, pero en cualquier momento puedo acercarme para ver mejor su entorno… o para ponerme cara a cara con mi roedora amiga.
En cualquier caso, la prueba de ingenio.
Inclinando el mando Dualshock 4 puedo dirigir al insecto hacia uno de los interruptores de la sala que, al activarse (liberándolo de mi agarre y dejando que el bicho siga su naturaleza) harán funcionar poleas y, finalmente, una plataforma móvil. He utilizado el mismo truco para que aparezca la palanca, volando un muro de piedra que lo tapaba.
Al mismo tiempo, con el joystick izquierdo, he guiado a Quill al lado contrario, hacia esa plataforma. La he ayudado a eliminar a algunos bichos, esquivar a otros y luego a subir y recorrer repisas. Al mismo tiempo, estoy comprobando con mi visión periférica si usar esta palanca, mientras Quill está subida a esa plataforma, le permitirá atravesar ese abismo. Lo admito: me está costando mucho.
Pero unos minutos después, mientras la aún viva Quill llega a la salida de la sala, siento una chispa de satisfacción, una emocionante anticipación del próximo puzle.
También me siento sorprendido. Sorprendido de que este precioso juego de plataformas y puzles para PS VR tenga una capa secundaria de complejidad tan importante.
No es la única sorpresa; la partida comienza en una playa, nos lleva a Quill y a mí a través de esas minas y termina a las afueras de un fuerte lejano. En el recorrido, los colores difuminados y la agobiante quietud impregnan cada lugar. Hay una inquietante oscuridad en esta aventura, en la que Quill debe rescatar a su amor; menos como un cuento de hadas de Disney, más como la fantasía oscura de Jim Henson. Y Moss es mejor por eso.
Puedes verlo allá donde mires. Como un dios de tamaño humano unido a esta ratona, siempre ves este mundo desde dos perspectivas. La de Quill cambia el aspecto de lo que suele ser insignificante; las cimas de los árboles se convierten en imponentes nubes negras, una zanja se convierte en una cima que superar. La nuestra ve los pisos de las ruinas que la rodean.
Al principio de la aventura Quill se refugia bajo un saliente con un extraño ángulo. No puede ver el conjunto: nosotros sí. El saliente es el ala de una gigantesca figura acorazada, medio enterrada en la arena; una reliquia de una civilización desaparecida para el mundo hace una eternidad. El ángulo de la cámara del juego le da una nueva perspectiva a estos guiños visuales.
Y eso se cumple en todo Moss gracias a su uso de PS VR y a su estilo de juego dual: una nueva perspectiva para el género. Estoy deseando ver qué es lo siguiente en nuestro viaje juntos, y hacer malabares con varios puzles a la vez.
Continúa el viaje leyendo nuestras impresiones del juego aquí.
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